viernes, 9 de noviembre de 2012

La ingravidez y el desprendimiento


Ayer salieron por fin los ejemplares de EL CUADERNO DE POTOSÍ de la imprenta. La emoción no puede ser mayor al tener el libro en la mano, al cumplir uno de los sentidos claves de la edición fotográfica: multiplicar un original para que pueda difundirse, llegar a muchos ojos y viajar por el mundo.
La primera impresión es la de sostener sin esfuerzo aparente un objeto extraordinariamente ligero, casi ingrávido. Este fotolibro pareciera que no pesa. Pensé en una pluma y lo relacioné con la formas despojadas y la búsqueda de lo esencial. Todo en exquisita coherencia con los propósitos del proceso de edición que nos condujo hasta aquí. Hay largos años de trabajo de Tomás Munita, entre 1995 y 2008, para llegar a una serie decantada de tan sólo catorce fotos que construyen un relato circular y laberíntico. Nada falta, nada sobra.
Lo que sí tiene densidad, peso, volumen y una profundidad sobrecogedora es el relato que fluye a través de las imágenes, que están gozosamente bien impresas. La fotografía es muy sensible a la materialidad con que se muestra. Y esta vez se cumplieron los objetivos a plenitud.
La relación con un pasaporte, boliviano en este caso, no es casual. El autor nos invita a un viaje que sobrevuela el macrocosmos, el imaginario de los pueblos originarios, el cotidiano íntimo, el nacimiento y la muerte, la complejidad abismal de la infancia, las vidas condenadas, el sudor en las entrañas de la tierra, los ritos y la superstición, el expolio secular que condena a una generación tras otra y que dota a Potosí de una carga emocional intensísima. El Cerro Rico (Sumaj Orcko o 'cerro hermoso' en quechua), maravillosamente dibujado en el grabado de la portada, se levanta sobre millones de cadáveres apilados durante siglos, cuya memoria fantasmal flota y espesa el aire.
Llega ahora el momento de que los libros, que aguardan todavía en cajas, salgan a encontrarse con el público. Pienso en Mater Dolorosa, la obra del artista brasileño Roberto Evangelista, de cuya existencia me enteré gracias a Eugenio Ditborn. Durante una clase nos mostró una fotografía en la que el artista de Manaos aparecía con medio cuerpo hundido en mitad del Amazonas. Tiraba de un triángulo precario construido con palos. En el interior flotaban un montón de mitades de cocos agrupados como las bolas de un pool. La acción de arte consistía en tirar de uno de los extremos del triángulo para ver como éste se abría y dejaba escapar, uno a uno, a los cocos flotantes que, gracias a la corriente del río, partían a la deriva.
Esta tarde, aprovechando la energía creadora del FIFV, haremos lo mismo con este nuevo fotolibro. Se acerca el momento solemne del desprendimiento. Que tengan todos ellos un buen viaje y que recalen en espíritus acogedores.
En la foto: Robert Frank (el perro), en actitud condescendiente, frente al cerro de fotolibros.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Unidos por el fotolibro chileno


El Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso (FIFV) posibilitó en su edición de 2012 el encuentro entre una buena parte de los editores de libros de fotografía en Chile. Entre los presentes estaban algunas de las editoriales con más tradición y otras más jóvenes pero con un gran número de títulos publicados, como LOM y Ocho Libros. También las de mediano tamaño y otras más pequeñas.
Fuimos invitados a participar, pese a nuestras minúsculas dimensiones, y aprovechamos la ocasión para intercambiar opiniones y visiones sobre una actividad fotoeditorial que goza, como la propia fotografía chilena, de gran empuje y efervescencia.Gran idea la de conversar respecto a una actividad que nos apasiona y en un marco tan fecundo.
El catalizador de la conversación fue Horacio Fernández, autor del imprescindible "El fotolibro latinoamericano", quien estimuló a adentrarse en los terrenos conceptuales con los que se elaboran los nuevos productos editoriales de caracter visual y a cuidar la calidad.
Entre su reflexiones, una inicial y clarificadora. Lo que diferenciaría a un libro de fotografías tradicional y un fotolibro es que el primero "se parece más a una colección de cuadros, puestos uno a continuación del otro", mientras que el segundo "vendría a ser una película".
Resulta muy interesante consensuar miradas sobre una actividad que precisa para su existencia de estrategias nuevas, que apunta a internacionalizarse y expandirse hacia nuevo público mediante el uso de la intenet. En la conversación volvieron a aparecer nuestros amigos de www.dalpine.com.
En la misma cita, Julieta Escardó, fotógrafa y apasionada activista del fotolibro en Argentina, narró con detalle su experiencia en las ferias que desde hace una década se celebran en el país vecino y otros de la región con gran éxito para los autores, los editores y, el eslabón más importante, el público. Esperemos que una iniciativa similar pueda realizarse muy pronto por estos lugares. Si así ocurre, participaremos con entusiasmo.
En las conversaciones de pasillo, que siempre son sabrosas, pudimos saber de una iniciativa de libros de bolsillo que pronto verá la luz de la mando de LOM. No dejan de ser buenas noticias. El incremento de la publicación de fotolibros y libros de fotografía goza de buena salud. Es tarea de los editores lograr productos de calidad que consigan remover a un público de número suficiente para garantizar nuevas publicaciones. Hay obra interesantísima de autores jóvenes y consagrados esperando ser publicada.
Hablando de novedades y de talento, a finales de la semana que comienza lanzaremos con toda probabilidad EL CUADERNO DE POTOSÍ de Tomás Munita en algún bar de Valparaíso, aprovechando la energía multiplicadora del FIFV. Permanezcan atentos porque están todos invitados.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Haciendo las maletas para ver a SL en el FIFV

Chile tiene su cita grande con la fotografía en Valparaíso este 2012. El Festival Internacional de Fotografía de Fotografía (FIFV) se consolida en su tercer año de andadura con una gestión notable, encabezada por Rodrigo Gómez Rovira, en la que recursos limitados le dan despliegue a resultados increíbles con un esfuerzo gigante de imaginación y creatividad.
Sólo así, y con la sempiterna sabiduría lationamericana de ganarle a la precariedad, puede entenderse la calidad de los invitados internacionales que allá se dan cita. Antoine D'Agata, por citar sólo a uno, es un lujo del que saldrán beneficiados todos los fotógrafos chilenos. El festival tiene desde sus inicios un estándar internacional y se puede parar de tú a tú con otras grandes citas fotográficas mundiales. Ediciones La Visita estará por supuesto en el FIFV. Para empezar, con nuestros libros en la librería del Parque Cultural.
Con entusiasmo nos uniremos una vez más a la fiesta, a una celebración del espíritu lúdico que acompaña al acto fotográfcio. Fotografiar es un placer, jamás hay que olvidarlo. La figura central de este año será Sergio Larraín, homenajeado de diferentes formas. La principal para un fotógrafo: dando a conocer su obra en condiciones idóneas, reflexionando sobre su legado, tratando de acceder a su laberinto creativo.
Los de la maleta andamos ocupados con nuestro próximo lanzamiento: EL CUADERNO DE POTOSÍ de Tomás Munita, otro pequeño libro de la colección EL RECTÁNGULO, lleno de delicadeza y dolor. Resume en una escogidísima serie de catorce fotos el trabajo de largos años en Bolivia. El conjunto se acompaña con la reflexiones del propio autor. Y aquí hay un descubrimiento. Sabíamos ya de la calidad de Tomás como autor fotográfico. Ahora desubrimos además sus capacidades literarias. Los testimonios no solamente son desgarradores y crudos. También están escritos con belleza.
El comité editorial que trabajó con las fotos de Potosí estuvo compuesto por algunos habituales de estas páginas: Carla Möller, Miguel Ángel Larrea, Nicolás Wormull. El propio Tomás se involucró a fondo en todo el proceso. Lo justo ahora es celebrarlo. Al igual que en ocasiones anteriores, organizamos una preventa de cien ejemplares con foto firmada a un precio minúsculo. Estamos a punto de completar el centenar de reservas. Conseguir que cien personas se interesen por un fotolibro chileno es un acontecimiento cada vez más frecuente.
La generación de un público amplio y transversal, fotógrafos y no fotógrafos, posibilitará el éxito de muchas otras iniciativas como ésta que se llevan a cabo en paralelo y a las que se desarrollen en el futuro. Que el público crezca y valore los fotolibros es la noticia más esperanzadora de los últimos tiempos. Sabido es lo difícil, y caro si se logra, que resulta hoy conseguir un ejemplar de "El rectángulo en la mano" (1963), o, mucho más cercano en el tiempo, un "Valparaíso" (1991), de Sergio Larraín. Los poseedores de esos ejemplares saben que tienen un tesoro.
En el momento en que escribimos, los libros de color ahuesado están aún en la imprenta, próximos a ser rescatados. La apretada agenda de TM nos obligará a un lanzamiento casi sorpresa. Permanezcan atentos. Trataremos de que sea durante el FIFV. Sería magnífico unir nuestra energía con la de este evento fantástico.

martes, 27 de marzo de 2012

¿Y si hubiera sido uno de los niños de Villa Baviera?


Dicen que los azares no existen, que son simples razones que la mayoría de los mortales no entendemos. Pues bien, por una de esas explicaciones desconocidas que determinan gravemente la existencia vine a encontrarme justo ahora con esta imagen de mi propio álbum familiar, un archivo escaneado hace tiempo.
Con cara impávida volví a mirarla con alguna detención mucho tiempo después de la última vez, y se me pierde el dato en los pantanos de los recuerdos. No pude evitar, con sonrisa irónica, compararla con las fotografías de ABWEG de Nicolás Wormull. Encontré que había entre ésta y las otras una estética parecida, un cromatismo, un orden que las volvía familiares. Hay un hilo invisible entre esta imagen, tomada en Salinas (Asturias, España) en torno a 1975 (y un dictador se estaba muriendo entonces), y las del libro nuevo de este pequeño sello editorial.
Luego seguí con el ejercicio más allá, bordeando ya los abismos, y traté de ponerme en la situación de imaginar que es lo que hubiera pasado si yo hubiera sido uno de los niños de ese experimento social que fue Villa Baviera. ¿Qué habría sido de mí, cuál habría sido mi destino anterior y posterior a una imagen como esta? Cuesta no respingarse. Cambian mucho la mirada sobre las cosas cuando uno está implicado en ellas. Ahí está una de las gracias principales de la fotografía documental.
La fotografía, cualquiera en la que aparezcan personas o, si lo prefieren, todas ellas (pues siempre suele haber personas manejando los dispositivos que permiten obtener las imágenes) supone siempre una incisión biográfica dolorosa. A veces el dolor aparece de inmediato; en otras ocasiones, demora en sentirse. Los cuerpos que creemos ver en ellas, esos seres fantasmales (los spectrums que mencionaba Roland Barthes), serán juzgados irremediablemente a partir de ese corte espacio-temporal en la línea de sus vidas. Alguien, con más o menos escrúpulos, las usará en un momento dado para reconstruir con alguna certidumbre vidas que vagamente fueron.
En mitad de esos escalofríos, recordé que una de las discusiones más extensas que se dio en el comité editorial formado para esta libro (donde estaban también Mane Adaros, Rodrigo Gómez, Fabián España, Carla Moller) fue el nombre del título. Una de las ideas iniciales fue bautizarlo como "müll" (basura, en alemán). Y en el intercambio de opiniones, en el que también participó apasionadamente el propio Nicolás, se llegó al consenso de que la palabra podía ser demasidado fuerte y que se corría el riesgo de una malinterpretación, que la gente creyera que estabamos, de alguna forma, burlándonos o insultando a las víctimas de los experimentos de Paul Schäfer.
Finalmente, se decidió cambiar el titulo por "abweg", cuya traducción libre vendría a ser algo así como "camino incorrecto" o "dirección prohibida". También, y esa es la acepción que nos pareció mejor para vincularla con las imágenes, "extravío". Efectivamente, Villa Baviera fue un extravío, un ensayo impulsado por la locura que terminó con trágicas consecuencias, que marcó vidas para siempre.
Quédense tranquilos, siempre que puedan. Ser espectador, acercarse a mirar, es también una manera de participar en una historia. Y aunque no hayamos estado en Villa Baviera precisamente, no hay que dudarlo, todos, con mayores o menores consecuencias, hemos sido víctima de algún que otro experimento social.

lunes, 19 de marzo de 2012

Bienvenidos a Villa Baviera, pónganse cómodos


Está muy próximo a ver la luz ABWEG, el cuarto título de la colección EL RECTÁNGULO, con las fotografías que Nicolás Wormull tomó en Villa Baviera pocos días después de la muerte del jerarca nazi Paul Schäfer. La publicación de este libro ya merece de por sí una entrada en este olvidado blog, que recuerda en eso a alguno de los bucólicos parajes del territorio donde se asienta este experimento social que tan nefasto resultó y que tan dolorosos recuerdos provoca.
Pero nuestra reaparición podría guardar relación con la muerte del maestro Sergio Larraín, con el que hemos mantenido una sagrada y respetuosa correspondencia desde que se inició la colección, bautizada además en honor al título de su primer libro. No lo hicimos en su momento, quisimos guardar un prudente silencio.
¿A quién le mandaremos ahora las cartas, Sergio? Queremos pensar que se fue el maestro, al menos en su dimensión física, y en ese sentido no sabemos si lo notaremos tanto porque él decidió ya en vida estar ausente, alejarse del ruido de la gente. Sin embargo, sabemos que no queremos olvidar su enseñanza espiritual y a eso apelamos para seguir manteniendo el espíritu de esta comunidad de fotógrafos y lectores en alto. Como escribió en una de sus primeras cartas a los gestores de este proyecto: "Entra luz, sana todo".
El viaje al que invitamos ahora, guiados por el talentoso Wormull, recorre los territorios de la perversión y la decadencia. El acercamiento del fotógrafo a un tema que fue omnipresente en la conversación de los chilenos durante décadas es estremecedor y estético. Una mirada singular y curiosa sobre una realidad enferma, que a penas se entiende, que anticipa el desastre de una locura colectiva. La que pasó, la que todavía puede estar por pasar.
Como ya hicimos en los dos números anteriores, con ocasión del lanzamiento de Zaida González y de Mauricio Valenzuela, estamos dándole la bienvenida al libro con una preventa que concluirá el día que el libro se presente en público y salga a las librerías. Es la ocasión, y esto lo saben muy bien los que participaron en las anteriores, para contar con un ejemplar del libro y con una copia de colección seriada y autografiada por el autor. Todavía es posible hacerse con el libro y con la fotografía por muy pocas lucas. Cuando lo tengan entre las manos, en la solapa del libro verán a quién está dedicado.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Temporada de festivales



Estuvimos hace pocos días con el ya célebre libro LA NIEBLA de Mauricio Valenzuela en el Festival Emergent 2011 en Lleida, Cataluña. Lo hicimos de la mano de nuestros amigos de Dalpine, esa librería fantástica en la que es posible encontrar siempre un catálogo permanentemente renovado de valiosas joyas en forma de fotolibros.
Y este fin de semana estaremos participando en el Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso (FIFV 2011) con una actividad de carácter lúdico y con vocación social. El sábado, 12 de noviembre, nos daremos cita entre las 10:30 y las 13:00 horas en la plaza Bismarck de la ciudad puerto. En este lugar bello, con un mirador a la bahía y sombra fresca de viejos árboles, montaremos nuestra Brigada de Acción Fotográfica (BAF).
La misión es distribuir cien libros a un coste mínimo (una luca) a las cien personas que aparezcan portando una maleta, símbolo de este modesto sello editorial. Les tomaremos una serie de fotos y con esa colección armaremos un audiovisual que se mostrará en la noche en la Plaza Victoria dentro de la programación del FIFV, que este año está verdadermente imperdible.
El proyecto enlaza con la idea de CONFÍN (tema central del FIFV de este año) en una doble constatación: la identidad de viaje con la que se asocia universalmente a Valparaíso como puerto de Pacífico Sur y la posibilidad que ofrecen los libros de fotografía de viajar por sus páginas.
La maleta es el objeto representativo de esta idea. La BRIGADA se constituye por lo tanto como un gran homenaje a todos los viajeros que han recalado durante décadas en este puerto remoto y bello, así como aquellos que supieron recibirlos, acogerlos e integrarlos como parte del conglomerado social porteño.

lunes, 3 de octubre de 2011

La mejor entrevista a Mauricio Valenzuela



Hace aproximadamente una década, el periodista chileno Cristián Labarca Bravo, autor de numerosas entrevistas a fotógrafos nacionales, enfrentó a Mauricio Valenzuela para interrogarle sobre su trabajo. Publicada originalmente en el diario electrónico El Mostrador, reproducimos este valioso material que nos acerca al autor de LA NIEBLA:

(Entrevista publicada originalmente en el diario electrónico El Mostrador, durante el mes de mayo de 2001)

Mauricio Valenzuela, fotógrafo, reaparece después de cinco años con una breve retrospectiva de su obra más polémica. De algunas de las imágenes hoy expuestas -en el Instituto Profesional ALPES, en calle República- y del desgarro que aquella exploración (y su abandono) supuso, habla en esta entrevista.


"Esa generosidad que se llama revolución y que fue, en un tiempo
no muy lejano e inolvidable, mi salvación".
Carlos Droguett (Escrito en el aire)

"Uno se puede olvidar de los sueños, pero los sueños no se olvidan jamás de nosotros,
están ahí, esperando, algo así como la venganza".
Enrique Symns


Que el arte no está cumpliendo hoy su promesa, que los seres humanos nos estamos extinguiendo, que la noche y su peso se han prolongado demasiado tiempo, que los ideales de lucha, de revolución, desaparecieron de nuestro corazón... que éste apenas late. ¿Lo imaginaron nuestros padres? Aquellos que arriesgaron sus vidas y aquellos a los que se les cobró la osadía, ¿lo imaginaron? El siguiente es un segundo en la historia de uno de ellos, mirado a través del filtro sucio de nuestros tiempos, filtro exitista, de olvido, egoísmo y paranoia. Tiempos que sacuden y doblan al junco, pero no lo quiebran.

Una mujer se desnuda en un baño decadente. Sobre su cuerpo, aún quedan las calcetas blancas y la polera que, en el gesto de quitársela, oculta su rostro. El water sin tapa, la bañera y su cortina roñosa, además de dos pequeñas banderitas chilenas, la acompañan en su anonimato. Se trata de "Chilena en el 18 de septiembre con traje típico", portada del libro "El desnudo en Chile" (LOM, 1996). El autor de esta imagen es Mauricio Valenzuela (1951), quien -al menos en lo que respecta a las últimas décadas del siglo XX - fue uno de los provocadores más prolíficos en el ámbito del desnudo fotográfico chileno.

Compañero de debates junto a Claudio Bertoni y Felipe Riobó, descendiente de una familia de fotógrafos (es hijo de Carlos Valenzuela y sobrino de Tito Vázquez y Enrique Alfonso) Valenzuela se dedica hoy a la fotografía publicitaria. Lapidario, advierte al teléfono: "Hoy hago fotografía comercial, eso a ustedes no les sirve". El autor no da luces que lo conecten con su otrora política obra, o lo que él hoy prefiere llamar "investigación cultural". ¿El síndrome contemporáneo mundial? o ¿sólo un alto en el camino del artista?
Sin duda, la década del `80 -como para tantos otros- fue la de su esplendor en lo que a creatividad respecta. Antes de ello, un Valenzuela anarquista llenaba sus pulmones de libertad: "Si no estabas metido en política -cuenta- realmente la UP era el paraíso. Pintaba murallas, hacíamos teatro en la calle, había una discusión permanente. Fue una época muy buena, particularmente para mí porque entré a la universidad".
Mientras estudiaba Bellas Artes -y a la usanza de los Okupas- el fotógrafo vivió algún tiempo en una casa tomada ubicada detrás del campamento Siete canchas. Pero el golpe de estado, perpetuado por los militares en 1973, lo pilló en Laguna Verde, integrando una comunidad anarquista. "Varias veces pasaron aviones sobre nuestras cabezas, pensaban que éramos guerrilleros y nosotros andábamos en otra. Nos fueron a buscar, caímos todos presos... Tenía una pareja, no éramos casados por la iglesia ni nada, pero estábamos viviendo juntos. Todo eso se murió. De ahí fue el alcohol y la vuelta a casa de mi vieja", recuerda. "...Y cuando ya no pude seguir viviendo en la casa de mi madre -porque llegaba borracho y me escondía en las plantas del jardín, para no entrar, para no hacerla sufrir- una amiga me arrendó una casa en Quintero. Recién cuando volví, y me encontré con mi mujer actual, me puse a hacer fotografía".
-Imágenes que distan bastante de tu trabajo más conocido.
-Sí, mis primeras fotos las entendieron muy bien algunos de mis amigos, como Oscar Wittke, Felipe Riobó o Claudio Bertoni, que se encontraron conmigo haciendo estas fotos, y las valoraron. Hablo de una época en Chile donde las fotos tenían que tener cierta anécdota, mientras lo mío era mi profundo dolor, el agotamiento que sentía... Son tan absurdas y tan poco decidoras, porque tampoco es gente violenta... era mi... no sé, yo las veo y las encuentro tristes. Las personas que las vieron por primera vez me dijeron que no pasaba nada con ellas. Riobó me defendió, porque la verdad es que yo no tenía mucho que decir. Estas fotos deben ser de lo peor de la dictadura, cuando pasó la primera represión, después del terror, cuando ya está impuesto ese silencio y todos estaban convencidos de que vivíamos en un país maravilloso... Y tu mirabas al rededor y la gente hablaba del "boom", de que estábamos genial... Y tú decías, "Puta ¡¿y yo, soy transparente, soy el hombre invisible, yo no existo en este lugar?!" Cuando vino la primera protesta (marzo de 1983) para mí fue traumatizante. Después de eso yo sentí que algo cambió radicalmente en la realidad cultural. Y nunca volví a hacer esas fotos.
-¿Qué pasó entonces?
-Me fui más adentro. En una pieza hice mis primeras fotos de desnudos. Empecé a hacer una fotografía muy llena de reglas. ¡Imagina, una persona que se supone que tiene un pensamiento más bien libre, está lleno de reglas y normas! Bueno, así soy yo... Después de esa foto que era muy libre, con una Leica a la que dejaba la exposición standard y un enfoque del que no me preocupaba, entré al estudio. Trabajé con una cámara reflex, me di cuenta que uno se enamora mucho de sus imágenes, empecé a hacer una serie de desnudos donde al retratado le decía: ‘Mira, el problema es que te tomaré las fotos, luego las revelaré, haré tiras de contacto y las guardaré en un sobre. Sólo después de tres o cuatro meses lo revisaré para saber realmente lo que estoy haciendo bien, porque en este momento me perecerá todo genial. Pero si quiero hacer un aporte en el desnudo, no puedo estar caliente con la foto que estoy haciendo’. Entonces empecé a llenarme de reglas.
Un día, después de asistir a una charla sobre las conductas de los animales, "donde decían que, al nacer, los cachorros andan un metro al rededor de la madre, luego dos, tres... para más tarde hacer cierta acotación de los territorios donde viven", Valenzuela realizó una serie de fotos sobre la dictadura, acotaciones de orina sobre montones de tierra, que en su interior incluían algunos de sus desnudos. Más tarde formuló una serie de fotografías sobre la democracia, conformada por la totalidad de los orificios del cuerpo; orejas, ano, fosas nasales, vagina, boca, ojos... La próxima serie en la que el fotógrafo se empecinó, trató el tema de los detenidos desaparecidos, donde por medio de sexos femeninos y masculinos (autorretratos), hurgó en el tema de la ausencia y presencia. "Incluso había algunos asexuados -recuerda- pero todos tenían una referencia a un pasado reciente, no era político porque la política tiene que ver con el poder, era sobre las ideas de organización humana y lo doloroso que es organizarse de una forma y no de otra".
Asegura que jamás pensó en exponer su trabajo: "Eran fotos muy raras -rememora- y sentía respeto por las personas que colaboraron en ellas. Además, por el hecho de ser desnudo provocaría una discusión que no era apropiada para el contenido de las fotos". Dicho y hecho. Inmediatamente después de asumir Patricio Aylwin a la cabeza del primer gobierno de la Concertación, el Instituto Chileno Francés de Cultura invitó a un grupo de fotógrafos chilenos a hacer una exposición. "La curadora eligió cinco de mis fotos, pero un día antes de la inauguración de la muestra, la directiva del instituto me llamó y me dijo que iba a ser muy complicado para ellos si ponían esas fotos. Porque no sólo eran abiertas, desde el punto de vista de las ideas, sino que tenían que ver con la idea cultural de la sexualidad que muchos tienen en Chile, y en el fondo iba a salir en La Cuarta. No era mi interés defender, desde La Cuarta o canal 13, el desnudo en Chile. Eso no, yo defiendo otro tipo de posturas que no tienen nada que ver con eso. Así que lo encontré razonable y cambiamos las fotos".

EL ESQUEMA CULTURAL


-Háblanos del inicio.
-Los fotógrafos -el arte en general- investigamos esta realidad cultural, esta realidad que a veces nos obsesiona, nos duele -cuando somos jóvenes- y nos destroza muchas veces. Empezamos a dar nuestros primeros pasos dentro de lo que nos gusta y cuando uno investiga a un autor -a mí me gustaba mucho Diane Arbus y Robert Frank- partes copiando, pero al copiar es imposible que no pase un sentimiento y descubras, más que el truco técnico, la impronta del estilo. Al pasearse Robert Frank por esos bares inmundos, esos callejones que no sabíamos qué cresta significaban, y al estar luego uno con esa gente, con ese montón de personas zumbando en mis oídos, hacía que yo, que era un imitador, también caminara por esas calles, entrara a esos bares, y al caminar uno entiende esa realidad y al entenderla ya estás un poco metido en el baile. De ahí, investigar en el alma, es un paso sencillo. La fotografía es simple y compleja. Simple, porque no tiene un antecedente histórico complejo, que uno tenga que asumir y decir: Primero pintaban con el dedo en una caverna, después con veladura, luego vino el Renacimiento... No, en fotografía tomas la cámara y tienes los bordes y una película sensible, una historia corta pero potente. Yo estudié Bellas Artes, entonces ver la realidad desde el punto de vista de un pintor, con miles de años de historia encima, y verla como fotógrafo... ¡me sentí liberado! Era la misma realidad, pero la vivía distinto. Es fácil llegar al punto de quiebre, al punto donde hay una realidad que puedes percibir -no con los ojos- en fotografía. Realidad que uno intuye. Hay una palabra que es muy significativa: el ‘esquema cultural’. Cuando uno está inserto en dicho esquema, va en una dirección y es fácil llegar a la vanguardia de esa dirección e intuir lo que vendrá.
-Algo que la fotografía comercial utiliza sin asco...
-La fotografía comercial es un parásito de la fotografía artística, porque la gente que está obsesionada con la foto artística -y se pasea por esas calles o está encerrada en su estudio, fotografiándose las pelusas que tiene en el ombligo, o hace desnudos...- está en esa frontera hipotética de la cultura, que mira un poco más allá. Entonces, para los fotógrafos comerciales es muy simple: Agarran esa foto, son conscientes, toman esa frontera, ponen una modelo con un productor, un lugar bonito, colores puros, la mina perfecta, la ropa espectacular y el tipo toma la foto. ¿Por qué son parásitos? Porque la gente que vive dentro del esquema cultural siente esa vanguardia, ese efecto provocado, y eso es lo fundamental para vender productos. Si quieres esa ropa y no otra, es porque intuitivamente comprendes un concepto cultural y sabes que esa ropa es la correcta. Esa es la esencia de la publicidad.
-¿Es lo que hizo el fotógrafo Richard Avedon al retratar, por ejemplo, a los desempleados?
-Richard Avedon es un ejemplo grotesco de profitar de la investigación cultural. Porque, dentro de la fotografía de moda, el tipo es un dios. Pero dentro de la fotografía cultural, de investigación o artística, es una basura. Hay mil, te puedo decir mil mejores. Porque la fotografía, a pesar de que pasan los siglos, tiene un precio. Hay algo que te tiene que hacer click, en alguna parte, y te tiene que doler. Tiene un precio de silencio interno, como para poder entender la alegría, la tristeza... y ese precio no lo puede pagar alguien que está metido en el negocio... a no ser que ese fotógrafo se pegue un lapsus desconectado.

ACHANCHARSE

"La publicidad no es una cosa simple -asegura Valenzuela. Los artistas manejan el esquema cultural desde un punto de vista más bien emotivo, inconsciente, porque intuitivamente lo tienen que hacer. Todo diálogo interno va dirigido en ese camino, exclusivamente, donde la impronta sea original pero con raíces tan profundas con el presente y el pasado como para que las personas puedan entenderlo. Con una coherencia con el lenguaje actual pero que sea ´el aviso`, lo que viene, el brujo que avisa lo que vamos a vivir. Bueno, los publicistas trabajan con los mismos elementos -y han hecho ciencia con ello- pero desde el punto de vista racional. Sin embargo, tú no te puedes mentir si trabajas en este cuento, debes reconocer que estás haciendo sólo un bonito ejercicio. ¿Un aporte original y creativo de una relación humana? o ¿un elemento que forma parte de la cultura y me es significativo, que además yo lo haya vivido y haya sudado sangre por eso?... No, porque tienes que estar dentro. ¿Cómo te puedo comunicar algo si no lo siento como algo cierto y, al mismo tiempo, como algo que te sirva? Para que te sirva tiene que serte novedoso, y para que sea cierto tengo que haberlo vivido. Desde ese punto de vista siento que hoy no estoy haciendo investigación cultural o arte".
-Imagino que alguna vez obtuviste respuestas en dicha investigación
-Es que eso es lo significativo de la foto, porque técnicamente aún hay cosas que descubrir. Cuando dejé de hacer fotografía ya me estaba arrancando un poco del recuadro. Tomaba el recuadro de 24 x 36 mm. y luego corría la cámara y tomaba otro, los pegaba y copiaba en una ampliadora 6 x 7. O sea, todavía hay lugares inexplorados dentro del recuadro. Están los bordes y la misma mente, que no puedes imaginar. Mi madre, casada con fotógrafo y madre de fotógrafo, me decía siempre: "voy por la calle y veo fotos". Claro, ella veía fotos, porque ella había visto muchas fotos y sabía lo que era una: Una puerta con candados, un viejito, una puesta de sol... eso eran "fotos" para ella, el resto no. Lo interesante de la fotografía, en este momento, es que hay imágenes que no podemos imaginar y la pregunta es por qué. Porque todavía no hemos llegado a ese lugar. Ahí hay un gran campo. Los resultados son la foto y cómo ella tiene un lenguaje mucho más ambiguo que la palabra, más inexacto, más sugerente y virtual que la palabra. Y mucho más profundo, porque las cosas no se dicen claramente.
"Cuando me formé, los artistas eran más bien malditos. Siempre me cargó Van Gogh y todos esos pintores franceses que vivieron la pintura tan intensamente que es imposible separarla de su vida. Porque era una idea un poco romántica, quizá evadiendo la realidad de la revolución industrial y la explotación de los hombres, y metiéndose en esta especie de mundillo artístico que tenía que ser bastante fatal. Pero en definitiva yo creo que el arte, siendo una cosa muy importante dentro de la vida, no es vital. Lo vital es alimentarse, el arte fundamental es el trabajo. Y yo tengo muy poca habilidad en ese arte que es: ganarse la vida, juntar la plata para alimentar a mis hijos y pagar el arriendo a fin de mes. Tengo claridad respecto a ese tema -algunos como Picasso lo entendían perfectamente, todos los pintores que han muerto ricos lo han entendido bien- porque pienso que me es más fácil ganarme la vida haciendo fotografías comerciales que artísticas. De lo contrario habría sido artista. Lo que pasa es que nunca gané plata con esto. En una sola oportunidad me llamó un señor para comprarme una foto. Ha sido el único objeto artístico que he vendido, una serie de fotos del cine Prat. La verdad es que el arte no me interesa, me interesa más mi trabajo".
-¿Te sirvió el arte para tu desarrollo como persona?
-No. Desde el punto de vista estrictamente racional, si yo no hubiera sido artista habría sido mucho más eficiente en la vida. Tendría más plata... En vez de haberme dedicado a la fotografía (publicitaria) a los 30, lo habría hecho a los 18...
-¿Te perjudicó?
-Efectivamente. El arte sobrevive, primero porque es un negocio. Ninguna cosa que no sea negocio en una sociedad contemporánea sobrevive. En Chile no sobrevive porque no es un negocio, la persona que tiene plata no halla una utilidad en comprar fotografía. Y si la encuentra, sería más bien una utilidad distractiva, para colocarla en un living. No es que los investigadores culturales o la gente que está metida intelectualmente en el arte, tenga un beneficio concreto. Pienso que tiene un beneficio de elite. En el fondo el arte cada vez lo entiende menos gente, y es natural, porque están investigando cosas complejas. Yo le muestro las fotos a mi mamá y ella me dice "¡uy, qué feo!", porque ella es una dueña de casa, no tiene problemas, puede encontrar bonito un paisaje suizo... Pero eso no aporta nada a la convivencia y la cultura.
-¿Has oído del criollismo "achancharse", dejarse estar...?
-Claro, es que ser creativo... una persona en su vida tiene uno o dos chispazos de creatividad, donde traspasas la barrera. Quizá al principio pagaste el costo, pero cuando ya lo tienes eres monopólico, empiezas a producirlo, a mostrarlo, y al final terminas -como sólo fue "el" saltito- enseñando, y viviendo un poco de lo que has hecho. Eso es natural y no lo critico.
-En lo que respecta al desnudo, tu trabajo es uno de los más reconocidos, especialmente por los jóvenes. Pero cuesta entender que parte de tu generación, que "se la jugó" en períodos tan duros, hoy se "achanche".
-Ser joven es ser joven. El otro día le pegaron a mi hijo. Si yo hubiese sido joven habría estado en la pelea, habría hecho algo. Llegó con la nariz quebrada, hecha mierda... yo habría salido con un palo a la Plaza Brasil a pegarles... si hubiera sido joven. Pero cuando uno es viejo ya no tiene esa fuerza. La sangre se te calienta, pero ya no tienes los tendones, los músculos, para atinar. Ya no te puedes bajar de una micro sobrecorriendo, ya no tienes esa seguridad física. Porque cuando estás en este mote del arte, necesitas esa fuerza... para poder tomar todos los litros de alcohol que requieres... si es que te da por esa onda. Necesitas la fuerza para soportar, y también la angustia o la soledad o el apego... Pero cuando estás viejo ya se te hace cuesta arriba. Yo ya no puedo tomar una gota de alcohol. Me pego una borrachera ahora y me quito un tercio de la vida que me queda... Sí, antes era más soñador, pensaba que las ideas que mi generación podía aportar al desarrollo del país, eran significativas. Pero con el tiempo uno se da cuenta que los hombres son una ilusión, una "sombra", como en la película de Kurosawa. Si uno no lo dice, lo dirá otro.
-Pero las ideas permanecen, son un legado...
-Nooo, yo no sé... Del punto de vista artístico he intentado retomar el tema, pero no estoy en condiciones. Si quieres meterte en la cosa de la vanidad y haces fotos oscuritas, minas en pelotas, un poquito sórdidas... y le pongo tapitas de Coca Cola en las tetas y una cruz en la frente y qué se yo... lo vas a pasar bomba. Pero si vienes con esas fotos, a mí no me la vas a vender. De esos han habido miles.

UNA MUJER DESNUDA

Según Valenzuela, el uso de mujeres desnudas en su trabajo no debe catalogar éste dentro del "desnudo fotográfico". "La fotografía -dice- tiene dos elementos que son fundamentales: uno técnico -y muchos confunden la técnica con el contenido- y otro estilístico. Un campesino puede aprender la técnica y fotografiar a su señora, sus animales, su campo. Pero cuando realmente empieza a hacer algo de expresión cultural es cuando enfrenta su realidad y avanza sobre ella. Esto define su estilo. En ese sentido las fotos que hago no son de desnudos, uso mujeres desnudas fundamentalmente porque no tengo otra forma de expresarlo. Porque las fotos no son sólo políticas. Cuando hablo de la democracia y muestro los orificios del cuerpo, no estoy haciendo un ensayo sobre la política y la democracia, estoy dejando que mi mente cruce libre esa frontera que puedo concebir como cultura, dejando que se organice libremente más allá... Y después, pienso que algunos juegos de mi infancia, más algunas reacciones que tuve en la adultez, una mujer que miré cuando estudiaba Bellas Artes (a la que nunca me atreví a hablarle), algunas concentraciones que presencié en la UP, un perro en Laguna Verde que se quedó abandonado porque nos perseguían los milicos y tuvimos que dejarlo... Todo eso confluyó en algo tan visceral como es el cuerpo de una persona que yo amaba en ese momento, aunque la palabra amor en el fondo es muy compleja en la sociedad chilena. Entonces no hablemos de amor, porque no era exactamente mi pareja la persona que fotografiaba.
-¿No había un lazo amoroso?
-No, era una persona que logró entender lo que yo hacía. Le dije: "Nosotros vivimos en una estructura cultural donde es imposible desnudarse o no es correcto, y si se hace, se hace de una forma donde se oculta. Yo trabajo con la cultura, es mi herramienta, y yo quiero investigar esa realidad. Quiero hacer algo que no se hace, que es sacarse la ropa". Eso para mí era fundamental. Había un problema con la autocensura. Una de las reflexiones más importantes de los desnudos que hice nació una vez que vino la primera protesta, porque el problema fundamental era la autocensura. Decir lo inconveniente sale caro, hoy ya no te lo reprimen pero te lo cobran. Una chica que se mete en una casa de vidrio tiene un precio, porque hay una estructura cultural. A propósito, ese experimento es muy parecido a lo que yo hago, lo que pasa es que sus autores en Chile lo plantearon desde un punto más esquemático. En una especie de estructura cultural homogénea, instalan un elemento que no pertenece a esa estructura, donde chocan dos paisajes. La cultura tiene que ver con el paisaje, con lo que ves, con todo. Entonces, después de la primera protesta, con la política de acuerdo que busca suavizar el camino y hacer conversar a dos personas que habían sido absolutos enemigos, para eliminar un poco el pasado, había que tener -de manera consciente o inconsciente- autocensura. Y esos símbolos, que yo hacía con el desnudo, intentaban luchar contra esa autocensura. Era bien pusilánime mi postura, bien intelectual, porque al no ser expuestos estos contenidos no tenían ninguna posibilidad de sufrir un costo muy alto. Más bien, yo recibía los beneficios de aquellos que podían entender esta posición, que veían mis fotos y las encontraban buenas. Y nunca quise pagar el costo de mostrarlas -como la gente de la casa de vidrio, en el centro- y pararme ahí a defenderlas.
-¿Las hacías con una utilidad netamente personal?
-No, no era tan así. La transferencia de conocimientos funciona mejor como lo estamos viviendo en este momento, en esta conversación. De hecho, las amistades fotográficas más duraderas y profundas que he tenido han sido a través de esas fotos. Pienso que si las hubiese mostrado no habría tenido esas amistades, aunque sí, quizá, beneficios de otro tipo. Para mí, en esa época, no era problema mostrar las fotos. Pero después sí lo fue, porque habría tenido que meterme en esa mediagua cultural, media vanguardioide, y profitar de los fondos culturales del país, cosa que a mí ni me gusta ni tengo el valor para hacerlo. En el fondo, en un país donde tienes que portarte bien, no tienes la alternativa de portarte ‘más o menos’. Tienes que portarte bien-bien o lo suficientemente mal como para que te den becas y puedas vivir así. Solo no puedes. Conozco casos heroicos de quienes se las han jugado y han pagado. Yo he trabajado porque me porté bien, fui obediente, y obviamente he ganado mucha más plata que compañeros fotógrafos que no se han portado bien. Cuando trabajo en publicidad lo hago generalmente para la derecha. Me llaman de una revista, de una agencia de publicidad, y no hablamos de política. Eso es portarse bien. Si yo hablo de política me porto mal, y no me llaman. Si yo hablo de política, me porto mal y voy a pedir pega al gobierno, ellos me dicen "bueno, te vamos a dar, pero no tienes que portarte mal al lote, tienes que hacer esto y esto otro, tienes que abrir el pico en esto y cerrarlo en esto otro". No soy estúpido y no voy a decir "me cago en la cabeza de todos estos y a todos estos los encuentro ídolos..." ¿Qué hago después? ¿Clases de fotografía?
-Al margen de que una mujer desnuda venda ¿Qué te sucede a ti cuando la enfrentas?
-No es tan simple como eso. La referencia de división de sexo tiene un comportamiento distinto. Hemos llevado al que tiene dentro de su cuerpo la cría humana a comportarse distinto del que la procrea. Pero a mí me atrae mucho eso, porque de alguna manera las mujeres no son tan responsables de la realidad que estamos viviendo, por el machismo, por la revolución industrial, porque Hitler fue hombre y no mujer... Y desde el punto de vista cultural hay algo muy atractivo, cómo funcionan, cómo piensan... más allá de que yo les tome fotos o no. Entonces, la puedo mirar a los ojos con absoluta franqueza, porque tengo una relación con ella, no sé si por mi conformación hormonal -si fuera gay podría quizá hacerle fotos a hombres, pero como soy heterosexual, puedo mirarla a los ojos y cagarme de la risa con cosas que por ningún motivo podría reírme con un hombre. Creo que puedo complementar y entender cosas muy fascinantes en ellas... Pero estoy generalizando, porque pienso que ninguna mujer es igual a otra. Desde el punto de vista político sí, porque algunas -siendo muy fuertes físicamente- tienen la humillante necesidad de ser débiles. Siendo que algunas son muy inteligentes, vivas y dinámicas -en el sentido de que la responsabilidad de tener hijos les pertenece- hay un espacio de sus vidas que no les pertenece, y ese es el espacio más importante en la vida de los hombres, que es cuando eres joven, cuando tienes fuerza, cuando estás luchando por tu existencia. Y no sólo son los 9 meses de gestación, sino todo el desarrollo del niño que está dentro de su destino. Quizá ellas mismas no lo entienden y uno sí porque es hombre.
-¿Por qué una mujer se desnuda para ser fotografiada?
-Yo creo que sé lo que piensan. Muchas veces las veo nerviosas, no están cómodas. A muchas de ellas, cuando se fotografían por primera vez, vestidas, les da ganas de salir arrancando. Porque se le hacen patente las misteriosas razones porque están aquí. Ahora, frente a eso, yo sé lo que hago. Yo no fotografío a la persona. Ella puede ser amable, muy inteligente o una asesina, lo que sea. Yo sólo fotografío -a diferencia del retratista, que es más artístico que yo- el símbolo que ella representa. Si es rubia de ojos azules, yo represento su rubiedad y azulinidad, en una forma comercial. Si es una negra; su negrura, no su inteligencia. En el caso del desnudo, una mujer se desviste porque la aventura de entrar más allá de un esquema cultural es alucinante.
-¿No lo es para un hombre?
-Si una mujer te dijera: "Entra a esta pieza, en ella las estructuras culturales no existen, podemos hacer lo que queramos..." ¿Le responderías que no? Yo creo que le dirías que sí, y tendrías mucho tema de qué conversar.

AGRADECIMIENTOS:

Agradecemos a Cristián Labarca Bravo su generosidad para darle difusión a este importante material. La entrevista está alojada permanentemente en su blog.