


Cualquier excusa es buena y justifica un viaje a Valparaíso. La nuestra fue llevar la maletita azul de viaje y presentar nuestros pequeños libros frente a un público no muy numeroso pero sí muy interesado, que escuchó con atención nuestra historias, las de Zaida y Mauricio, y que además hizo preguntas y planteó sus opiniones y apreciaciones sobre el proyecto.
Seguramente, con un poquito más de difusión, hubieramos podido congregar más almas, pero qué diablos: las que estaban allí merecían todas la pena, incluyendo el trabajador del Centro de Extensión de CNCA que nos recibió con el inefable saxofón de Coltrane y que decidió, viendo las dimensiones de la audiencia, sumarse él también como público durante la presentación para hacer bulto. Como el resto de los que acudieron, merece nuestro agradecimiento.
Como me dijo una vez el dueño de un pequeño circo, "una sola persona ahí sentada es suficiente para que nos entren ganas de hacer la función completa". Así que con la decena de personas que ayer se juntaron en la sala, nosotros hicimos lo propio y le pusimos entusiamo.
A la salida, dimos una vuelta por el puerto, respiramos la penetrante brisa marina, nos tomamos unas fotos con nuestra maleta y la caja con libros y nos contagiamos con risas, muchas risas. Todo para llegar con nuestro simpático elenco hasta la bellísima casa de Ana María y Rodrigo en Cerro Alegre, quienes nos recibieron con hospitalidad y estado de gracia. Vino, limonada (murió por el camino la exprimidora pero tiene arreglo), café y niños alegres, Anastasia y Teo, que miraban con curiosidad al grupito que tenían delante.
Cuando salimos a la calle había en el aire un fuerte olor a mar, un signo más e inevitable que nos volvía a recordar con regocijo dónde estábamos. El asunto motivó algunos animados comentarios antes de subirnos al coche y experimentar la velocidad de vuelta. Sumidos en la oscuridad de algunos de los tuneles de la Ruta 68, sonaba por los altavoces una canción de Ilegales (ese viejo grupo donde conviven un chileno y un asturiano). Junto a Jorge Martínez, líder y guitarra del grupo, la tripulación tarareaba: "me gusta como hueles...ponte a salvo".