viernes, 9 de noviembre de 2012

La ingravidez y el desprendimiento


Ayer salieron por fin los ejemplares de EL CUADERNO DE POTOSÍ de la imprenta. La emoción no puede ser mayor al tener el libro en la mano, al cumplir uno de los sentidos claves de la edición fotográfica: multiplicar un original para que pueda difundirse, llegar a muchos ojos y viajar por el mundo.
La primera impresión es la de sostener sin esfuerzo aparente un objeto extraordinariamente ligero, casi ingrávido. Este fotolibro pareciera que no pesa. Pensé en una pluma y lo relacioné con la formas despojadas y la búsqueda de lo esencial. Todo en exquisita coherencia con los propósitos del proceso de edición que nos condujo hasta aquí. Hay largos años de trabajo de Tomás Munita, entre 1995 y 2008, para llegar a una serie decantada de tan sólo catorce fotos que construyen un relato circular y laberíntico. Nada falta, nada sobra.
Lo que sí tiene densidad, peso, volumen y una profundidad sobrecogedora es el relato que fluye a través de las imágenes, que están gozosamente bien impresas. La fotografía es muy sensible a la materialidad con que se muestra. Y esta vez se cumplieron los objetivos a plenitud.
La relación con un pasaporte, boliviano en este caso, no es casual. El autor nos invita a un viaje que sobrevuela el macrocosmos, el imaginario de los pueblos originarios, el cotidiano íntimo, el nacimiento y la muerte, la complejidad abismal de la infancia, las vidas condenadas, el sudor en las entrañas de la tierra, los ritos y la superstición, el expolio secular que condena a una generación tras otra y que dota a Potosí de una carga emocional intensísima. El Cerro Rico (Sumaj Orcko o 'cerro hermoso' en quechua), maravillosamente dibujado en el grabado de la portada, se levanta sobre millones de cadáveres apilados durante siglos, cuya memoria fantasmal flota y espesa el aire.
Llega ahora el momento de que los libros, que aguardan todavía en cajas, salgan a encontrarse con el público. Pienso en Mater Dolorosa, la obra del artista brasileño Roberto Evangelista, de cuya existencia me enteré gracias a Eugenio Ditborn. Durante una clase nos mostró una fotografía en la que el artista de Manaos aparecía con medio cuerpo hundido en mitad del Amazonas. Tiraba de un triángulo precario construido con palos. En el interior flotaban un montón de mitades de cocos agrupados como las bolas de un pool. La acción de arte consistía en tirar de uno de los extremos del triángulo para ver como éste se abría y dejaba escapar, uno a uno, a los cocos flotantes que, gracias a la corriente del río, partían a la deriva.
Esta tarde, aprovechando la energía creadora del FIFV, haremos lo mismo con este nuevo fotolibro. Se acerca el momento solemne del desprendimiento. Que tengan todos ellos un buen viaje y que recalen en espíritus acogedores.
En la foto: Robert Frank (el perro), en actitud condescendiente, frente al cerro de fotolibros.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Unidos por el fotolibro chileno


El Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso (FIFV) posibilitó en su edición de 2012 el encuentro entre una buena parte de los editores de libros de fotografía en Chile. Entre los presentes estaban algunas de las editoriales con más tradición y otras más jóvenes pero con un gran número de títulos publicados, como LOM y Ocho Libros. También las de mediano tamaño y otras más pequeñas.
Fuimos invitados a participar, pese a nuestras minúsculas dimensiones, y aprovechamos la ocasión para intercambiar opiniones y visiones sobre una actividad fotoeditorial que goza, como la propia fotografía chilena, de gran empuje y efervescencia.Gran idea la de conversar respecto a una actividad que nos apasiona y en un marco tan fecundo.
El catalizador de la conversación fue Horacio Fernández, autor del imprescindible "El fotolibro latinoamericano", quien estimuló a adentrarse en los terrenos conceptuales con los que se elaboran los nuevos productos editoriales de caracter visual y a cuidar la calidad.
Entre su reflexiones, una inicial y clarificadora. Lo que diferenciaría a un libro de fotografías tradicional y un fotolibro es que el primero "se parece más a una colección de cuadros, puestos uno a continuación del otro", mientras que el segundo "vendría a ser una película".
Resulta muy interesante consensuar miradas sobre una actividad que precisa para su existencia de estrategias nuevas, que apunta a internacionalizarse y expandirse hacia nuevo público mediante el uso de la intenet. En la conversación volvieron a aparecer nuestros amigos de www.dalpine.com.
En la misma cita, Julieta Escardó, fotógrafa y apasionada activista del fotolibro en Argentina, narró con detalle su experiencia en las ferias que desde hace una década se celebran en el país vecino y otros de la región con gran éxito para los autores, los editores y, el eslabón más importante, el público. Esperemos que una iniciativa similar pueda realizarse muy pronto por estos lugares. Si así ocurre, participaremos con entusiasmo.
En las conversaciones de pasillo, que siempre son sabrosas, pudimos saber de una iniciativa de libros de bolsillo que pronto verá la luz de la mando de LOM. No dejan de ser buenas noticias. El incremento de la publicación de fotolibros y libros de fotografía goza de buena salud. Es tarea de los editores lograr productos de calidad que consigan remover a un público de número suficiente para garantizar nuevas publicaciones. Hay obra interesantísima de autores jóvenes y consagrados esperando ser publicada.
Hablando de novedades y de talento, a finales de la semana que comienza lanzaremos con toda probabilidad EL CUADERNO DE POTOSÍ de Tomás Munita en algún bar de Valparaíso, aprovechando la energía multiplicadora del FIFV. Permanezcan atentos porque están todos invitados.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Haciendo las maletas para ver a SL en el FIFV

Chile tiene su cita grande con la fotografía en Valparaíso este 2012. El Festival Internacional de Fotografía de Fotografía (FIFV) se consolida en su tercer año de andadura con una gestión notable, encabezada por Rodrigo Gómez Rovira, en la que recursos limitados le dan despliegue a resultados increíbles con un esfuerzo gigante de imaginación y creatividad.
Sólo así, y con la sempiterna sabiduría lationamericana de ganarle a la precariedad, puede entenderse la calidad de los invitados internacionales que allá se dan cita. Antoine D'Agata, por citar sólo a uno, es un lujo del que saldrán beneficiados todos los fotógrafos chilenos. El festival tiene desde sus inicios un estándar internacional y se puede parar de tú a tú con otras grandes citas fotográficas mundiales. Ediciones La Visita estará por supuesto en el FIFV. Para empezar, con nuestros libros en la librería del Parque Cultural.
Con entusiasmo nos uniremos una vez más a la fiesta, a una celebración del espíritu lúdico que acompaña al acto fotográfcio. Fotografiar es un placer, jamás hay que olvidarlo. La figura central de este año será Sergio Larraín, homenajeado de diferentes formas. La principal para un fotógrafo: dando a conocer su obra en condiciones idóneas, reflexionando sobre su legado, tratando de acceder a su laberinto creativo.
Los de la maleta andamos ocupados con nuestro próximo lanzamiento: EL CUADERNO DE POTOSÍ de Tomás Munita, otro pequeño libro de la colección EL RECTÁNGULO, lleno de delicadeza y dolor. Resume en una escogidísima serie de catorce fotos el trabajo de largos años en Bolivia. El conjunto se acompaña con la reflexiones del propio autor. Y aquí hay un descubrimiento. Sabíamos ya de la calidad de Tomás como autor fotográfico. Ahora desubrimos además sus capacidades literarias. Los testimonios no solamente son desgarradores y crudos. También están escritos con belleza.
El comité editorial que trabajó con las fotos de Potosí estuvo compuesto por algunos habituales de estas páginas: Carla Möller, Miguel Ángel Larrea, Nicolás Wormull. El propio Tomás se involucró a fondo en todo el proceso. Lo justo ahora es celebrarlo. Al igual que en ocasiones anteriores, organizamos una preventa de cien ejemplares con foto firmada a un precio minúsculo. Estamos a punto de completar el centenar de reservas. Conseguir que cien personas se interesen por un fotolibro chileno es un acontecimiento cada vez más frecuente.
La generación de un público amplio y transversal, fotógrafos y no fotógrafos, posibilitará el éxito de muchas otras iniciativas como ésta que se llevan a cabo en paralelo y a las que se desarrollen en el futuro. Que el público crezca y valore los fotolibros es la noticia más esperanzadora de los últimos tiempos. Sabido es lo difícil, y caro si se logra, que resulta hoy conseguir un ejemplar de "El rectángulo en la mano" (1963), o, mucho más cercano en el tiempo, un "Valparaíso" (1991), de Sergio Larraín. Los poseedores de esos ejemplares saben que tienen un tesoro.
En el momento en que escribimos, los libros de color ahuesado están aún en la imprenta, próximos a ser rescatados. La apretada agenda de TM nos obligará a un lanzamiento casi sorpresa. Permanezcan atentos. Trataremos de que sea durante el FIFV. Sería magnífico unir nuestra energía con la de este evento fantástico.

martes, 27 de marzo de 2012

¿Y si hubiera sido uno de los niños de Villa Baviera?


Dicen que los azares no existen, que son simples razones que la mayoría de los mortales no entendemos. Pues bien, por una de esas explicaciones desconocidas que determinan gravemente la existencia vine a encontrarme justo ahora con esta imagen de mi propio álbum familiar, un archivo escaneado hace tiempo.
Con cara impávida volví a mirarla con alguna detención mucho tiempo después de la última vez, y se me pierde el dato en los pantanos de los recuerdos. No pude evitar, con sonrisa irónica, compararla con las fotografías de ABWEG de Nicolás Wormull. Encontré que había entre ésta y las otras una estética parecida, un cromatismo, un orden que las volvía familiares. Hay un hilo invisible entre esta imagen, tomada en Salinas (Asturias, España) en torno a 1975 (y un dictador se estaba muriendo entonces), y las del libro nuevo de este pequeño sello editorial.
Luego seguí con el ejercicio más allá, bordeando ya los abismos, y traté de ponerme en la situación de imaginar que es lo que hubiera pasado si yo hubiera sido uno de los niños de ese experimento social que fue Villa Baviera. ¿Qué habría sido de mí, cuál habría sido mi destino anterior y posterior a una imagen como esta? Cuesta no respingarse. Cambian mucho la mirada sobre las cosas cuando uno está implicado en ellas. Ahí está una de las gracias principales de la fotografía documental.
La fotografía, cualquiera en la que aparezcan personas o, si lo prefieren, todas ellas (pues siempre suele haber personas manejando los dispositivos que permiten obtener las imágenes) supone siempre una incisión biográfica dolorosa. A veces el dolor aparece de inmediato; en otras ocasiones, demora en sentirse. Los cuerpos que creemos ver en ellas, esos seres fantasmales (los spectrums que mencionaba Roland Barthes), serán juzgados irremediablemente a partir de ese corte espacio-temporal en la línea de sus vidas. Alguien, con más o menos escrúpulos, las usará en un momento dado para reconstruir con alguna certidumbre vidas que vagamente fueron.
En mitad de esos escalofríos, recordé que una de las discusiones más extensas que se dio en el comité editorial formado para esta libro (donde estaban también Mane Adaros, Rodrigo Gómez, Fabián España, Carla Moller) fue el nombre del título. Una de las ideas iniciales fue bautizarlo como "müll" (basura, en alemán). Y en el intercambio de opiniones, en el que también participó apasionadamente el propio Nicolás, se llegó al consenso de que la palabra podía ser demasidado fuerte y que se corría el riesgo de una malinterpretación, que la gente creyera que estabamos, de alguna forma, burlándonos o insultando a las víctimas de los experimentos de Paul Schäfer.
Finalmente, se decidió cambiar el titulo por "abweg", cuya traducción libre vendría a ser algo así como "camino incorrecto" o "dirección prohibida". También, y esa es la acepción que nos pareció mejor para vincularla con las imágenes, "extravío". Efectivamente, Villa Baviera fue un extravío, un ensayo impulsado por la locura que terminó con trágicas consecuencias, que marcó vidas para siempre.
Quédense tranquilos, siempre que puedan. Ser espectador, acercarse a mirar, es también una manera de participar en una historia. Y aunque no hayamos estado en Villa Baviera precisamente, no hay que dudarlo, todos, con mayores o menores consecuencias, hemos sido víctima de algún que otro experimento social.

lunes, 19 de marzo de 2012

Bienvenidos a Villa Baviera, pónganse cómodos


Está muy próximo a ver la luz ABWEG, el cuarto título de la colección EL RECTÁNGULO, con las fotografías que Nicolás Wormull tomó en Villa Baviera pocos días después de la muerte del jerarca nazi Paul Schäfer. La publicación de este libro ya merece de por sí una entrada en este olvidado blog, que recuerda en eso a alguno de los bucólicos parajes del territorio donde se asienta este experimento social que tan nefasto resultó y que tan dolorosos recuerdos provoca.
Pero nuestra reaparición podría guardar relación con la muerte del maestro Sergio Larraín, con el que hemos mantenido una sagrada y respetuosa correspondencia desde que se inició la colección, bautizada además en honor al título de su primer libro. No lo hicimos en su momento, quisimos guardar un prudente silencio.
¿A quién le mandaremos ahora las cartas, Sergio? Queremos pensar que se fue el maestro, al menos en su dimensión física, y en ese sentido no sabemos si lo notaremos tanto porque él decidió ya en vida estar ausente, alejarse del ruido de la gente. Sin embargo, sabemos que no queremos olvidar su enseñanza espiritual y a eso apelamos para seguir manteniendo el espíritu de esta comunidad de fotógrafos y lectores en alto. Como escribió en una de sus primeras cartas a los gestores de este proyecto: "Entra luz, sana todo".
El viaje al que invitamos ahora, guiados por el talentoso Wormull, recorre los territorios de la perversión y la decadencia. El acercamiento del fotógrafo a un tema que fue omnipresente en la conversación de los chilenos durante décadas es estremecedor y estético. Una mirada singular y curiosa sobre una realidad enferma, que a penas se entiende, que anticipa el desastre de una locura colectiva. La que pasó, la que todavía puede estar por pasar.
Como ya hicimos en los dos números anteriores, con ocasión del lanzamiento de Zaida González y de Mauricio Valenzuela, estamos dándole la bienvenida al libro con una preventa que concluirá el día que el libro se presente en público y salga a las librerías. Es la ocasión, y esto lo saben muy bien los que participaron en las anteriores, para contar con un ejemplar del libro y con una copia de colección seriada y autografiada por el autor. Todavía es posible hacerse con el libro y con la fotografía por muy pocas lucas. Cuando lo tengan entre las manos, en la solapa del libro verán a quién está dedicado.