jueves, 14 de enero de 2010

Olor a mar: ponte a salvo




Cualquier excusa es buena y justifica un viaje a Valparaíso. La nuestra fue llevar la maletita azul de viaje y presentar nuestros pequeños libros frente a un público no muy numeroso pero sí muy interesado, que escuchó con atención nuestra historias, las de Zaida y Mauricio, y que además hizo preguntas y planteó sus opiniones y apreciaciones sobre el proyecto.
Seguramente, con un poquito más de difusión, hubieramos podido congregar más almas, pero qué diablos: las que estaban allí merecían todas la pena, incluyendo el trabajador del Centro de Extensión de CNCA que nos recibió con el inefable saxofón de Coltrane y que decidió, viendo las dimensiones de la audiencia, sumarse él también como público durante la presentación para hacer bulto. Como el resto de los que acudieron, merece nuestro agradecimiento.
Como me dijo una vez el dueño de un pequeño circo, "una sola persona ahí sentada es suficiente para que nos entren ganas de hacer la función completa". Así que con la decena de personas que ayer se juntaron en la sala, nosotros hicimos lo propio y le pusimos entusiamo.
A la salida, dimos una vuelta por el puerto, respiramos la penetrante brisa marina, nos tomamos unas fotos con nuestra maleta y la caja con libros y nos contagiamos con risas, muchas risas. Todo para llegar con nuestro simpático elenco hasta la bellísima casa de Ana María y Rodrigo en Cerro Alegre, quienes nos recibieron con hospitalidad y estado de gracia. Vino, limonada (murió por el camino la exprimidora pero tiene arreglo), café y niños alegres, Anastasia y Teo, que miraban con curiosidad al grupito que tenían delante.
Cuando salimos a la calle había en el aire un fuerte olor a mar, un signo más e inevitable que nos volvía a recordar con regocijo dónde estábamos. El asunto motivó algunos animados comentarios antes de subirnos al coche y experimentar la velocidad de vuelta. Sumidos en la oscuridad de algunos de los tuneles de la Ruta 68, sonaba por los altavoces una canción de Ilegales (ese viejo grupo donde conviven un chileno y un asturiano). Junto a Jorge Martínez, líder y guitarra del grupo, la tripulación tarareaba: "me gusta como hueles...ponte a salvo".

lunes, 11 de enero de 2010

A Valparaíso los pasajes


El próximo miércoles tomaremos la maletita para llegar con nuestros libros a Valparaíso. El día 13 de enero, a las siete de la tarde, estaremos en patota en el Centro de Extensión del CNCA, en el número 233 de la plaza Sotomayor, portando nuestro entrañable equipaje. Mauricio Quezada y Zaida González compartirán estrado para presentar sus libros, los dos primeros de la colección EL RECTÁNGULO. Junto a ellos, que son los protagonistas, los editores hablaremos de los propósitos modestos pero importantísimos de este proyecto, en su segundo año de singladura.
Por cierto que, como ya hemos explicado con reiteración, el título de la colección obedece a ese otro título mítico e inubicable de la bibliografía fotográfica nacional: "El rectángulo en la mano" de Sergio Larraín. Y Valparaíso en un lugar sagrado para todos los fotógrafos del mundo y especialmente para el chileno de Magnum, que realizó en ella algunas de sus más memorables imágenes. El trabajo, que toma el nombre de la ciudad, fue llevado al formato libro por Editions Hazan en 1991 con motivo de la celebración de los Encuentros Internacionales de Fotografía en Arles, en Francia.
Esta presentación de LA VISITA en el puerto de los puertos se gestó gracias a la intervención bendita de Alonso Yáñez, un entusiasta de la fotografía y uno de nuestros gloriosos visitantes. Vaya nuestro agradecimiento por esta invitación que cumple uno de nuestros más descarados anhelos: salir con los libros fuera de Santiago y hacer que lleguen a todos los rincones del mundo, que se muevan y viajen.
Zaida y Mauricio firmarán ejemplares. La autora de "Las novias de Antonio" llevará además su sello mágico, con el rostro en tinta del quiltro más aperrado del mundo, para estamparlo en los ejemplares cuyos titulares así lo soliciten. Esta operación gráfica se parece mucho a esa otra, más burocrática y menos poética, que se realiza ritualmente al cruzar fronteras y surcar nuevos territorios. Y ya saben que estos libros, pequeños de tamaño y grandes de intención, tienen muchísimas semejanzas con los pasaportes.