


Fue un acto sencillo, amable, lleno de caras alegres que disfrutaban de las calurosas tardes de este final de primavera en Bellavista. Y tú, Antonio, fuiste el verdadero protagonista. La platinada Zaida González, que se fue con la mano adolorida de tanto firmar libros, y el resto de los presentes se sobrecogieron con la palabras de Andrés Pizolti, quien emocionado recordó al que fuera su compañero, amigo, hijo. Celebrábamos todos el lanzamiento del libro azul cuando Andrés nos trasmitió emocionado la ambigüedad que le provocaba este acto: la alegría de la presentación de un libro bello donde Antonio es el verdadero protagonista se contrastaba en su fuero interno con la pena de haberlo querido mucho, de echarle de menos, de recordarlo con tanta intensidad precisamente ahora.
Y fue Pizolti también quien precisó que el libro es un pasaporte hacia la eternidad, una manera de vencer el tiempo, un objeto mágico que tiene la posibilidad de sobrevivirnos a todos los que lo escuchábamos con atención, sobrecogidos con su discurso. Entre la audiencia brillaban con luz propia dos bellas novias de nuestro quiltro heróico.
Después de la presentación, y con la sala repleta, se repartieron vinos y cervezas (gracias amigo Kevin Szot; no sé si leerás esto, pero gracias de corazón por esas riquísimas chelas artesanales) y otros agasajos frutales. Risas, sonrisas, grupos animados de conversaciones y la noche que venía a refrescar un día sofocante.
Hablé en la entrada anterior de la calidad de los lectores de LA VISITA. Pues bien, lo mismo digo de los que estuvieron en la presentación. Caras conocidas de amigos importantes del mundo de la fotografía chilena, fotógrafos, artistas, periodistas, curiosos, amigos de uno y otro, amigos y más amigos compartiendo, departiendo, divirtiéndose. Todos amigos en el marco entrañable de la librería Mundo de Papel, donde la intrépida Paulette y su equipo volvieron a ser magníficos anfitriones.
Ahora, unas horas después del final de esta merecida fiesta, cuando sentimos que hay una etapa que aquí culmina, podemos decirlo con un peculiar orgullo: Antonio, te dimos tu merecido.